viernes, 24 de enero de 2014

Te recuerdo.

Como recuerdo el olor del mar en mi cuerpo bañado por el sol un día de agosto. Como recuerdo el número de pasos que hay hasta tu puerta. Como recuerdo la lluvia mojando mi pelo, que hacía que se pegara a mi cara como si el agua lo fundiera con la piel.

Mi mente se empeña en olvidar el presente y obviar el futuro, quedándose a vivir en las imágenes punzantes que alimentan la agonía de vivir de lo vivido para no afrontar a mi nuevo yo, que se actualiza cada segundo.

Mi pasado es tu caricia habladora, y mi futuro es tu ausencia. Llegado este punto, comprendo que ahora no tengo presente, que es una mezcla del fue y del será, que no puedo caminar hacia delante, porque el tiempo es una cinta andadora que produce movimiento, pero permanece estática.

La única salida es cerrar los ojos y abstraerme indefinidamente, para dejar que el tiempo se recupere de su revolucionario estado vegetativo y me agarre del brazo para presentarme amablemente a mi futuro, que no te conoce, y en un ejercicio de inventar paradojas, olvidar el recuerdo, tu recuerdo.

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