viernes, 26 de abril de 2013

La Haine vs. el amor al cine

Esta es la historia de una sociedad que se hunde. Y mientras se va hundiendo no para de decirse: hasta ahora todo va bien, hasta ahora todo va bien, hasta ahora todo va bien. Pero lo importante no es la caída, sino el aterrizaje.


Mathieu Kassovitz, en su película La Haine, de 1995, acertó de lleno en un presente que era futuro y ahora vuelve a ser presente con vocación de dilatado, vacío y putrefacto futuro.

Una vez más, el cine, junto con otras artes como la literatura, artes que muchos entes grises quieren minar y destruir, sirve de reflejo y oráculo de los tiempos verbales que se materializan, de herramienta de apertura mental y espiritual, de grito en movimiento para poner en marcha a todo aquel que lo acoja. Esta es otra de las cosas bellas que tiene el cine: la capacidad de anular la estaticidad del observador a través de su propio dinamismo. Y siendo esto así, me resulta imposible no amar apasionadamente algo que desborda tanta vida.



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