viernes, 14 de diciembre de 2012

Siete días

Sumergirse en aguas silenciosas con más luces que sombras, intentando alcanzar el vacío que se vuelca por las burbujas que se forman al expulsar el aire sólido. Nadar y no sentir la frialdad líquida, sino una calidez brumosa que va notificando a las extremidades que todo alrededor se espesa y adquiere tonalidades neutras. El instinto lleva a agarrar el equivalente al clavo (que no arde) de este lado negativo de la superficie, y al aferrarse a él, ser consciente de que la mano sujeta el agua sólida y oscura que atrapa al desconcertado buzo, segundos antes de pestañear en morse una súplica que hace eco.

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